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miércoles, 27 de abril de 2016

José Álvarez Sáenz de Buruaga


Con motivo de mi última visita a Mérida me ha surgido la necesidad de dedicarle un post a la figura de D. José Álvarez Sáenz de Buruaga (1916-1995), el gran impulsor de la arqueología emeritense.
















Don José Álvarez Sáenz de Buruaga al comienzo de su carrera profesional [Foto: Archivo Álvarez/Nogales]


Su carrera profesional fue larga pero su desarrollo tuvo lugar casi en su totalidad en el Museo Arqueológico de Mérida. Su labor como arqueólogo comenzó de la mano del profesor Nieto Gallo formando parte de su equipo de trabajo en el yacimiento de Iruña. Posteriormente, tras cursar sus estudios en la Universidad de Zaragoza, se trasladó a Gerona siendo notable su etapa allí por ser el lugar que le metió de lleno en el mundo de la arqueología ya que pudo desarrollar su pasión ocupándose de los yacimientos gerundenses y entrar en contacto con otros arqueólogos como D. Pedro de Palol o Miguel Oliva Prat.
Su llegada a Mérida tiene lugar en 1943 por la necesidad en ese periodo de una figura que reorganizara el Museo Arqueológico de la ciudad y continuara las excavaciones iniciadas por D. Ramón Mélida y D. Maximiliano Macías que habían sacado a la luz los monumentos más señalados del conjunto augustano. Quedó sin duda seducido por los restos de la pasada grandeza de la ciudad: teatro, anfiteatro, circo, acueductos…etc.
Su trabajo al frente de los yacimientos y el Museo estuvo plagado de problemas como la complicada labor de inventariar todas las piezas encontradas en los monumentos de la ciudad. Otra de las dificultades a las que se enfrentó fue la necesidad de convertir el Museo de Mérida en un importante centro de investigación, frente a lo cual tomó la decisión de incrementar en gran medida los fondos bibliográficos hasta ese momento existentes (únicamente 100 títulos) hasta conformar la que hoy es la más importante biblioteca temática romana de la Península.
Quizá el mayor problema al que tuvo que hacer frente fue el de conseguir convencer sobre la necesidad de un nuevo lugar más apto que albergara todos los hallazgos que se iban encontrando ya que la sede que los albergaba desde 1843, la Iglesia de Santa Clara, ya no tenía la suficiente capacidad y además no permitía mostrar los hallazgos tal y como Sáenz de Buruaga deseaba, es decir, con un carácter didáctico. 













Instalaciones de la iglesia de Santa Clara [Foto: M. de la Barrera Ocaña]

En 1963 se creó, a iniciativa suya, el Patronato de la Ciudad Monumental Histórico-Artística y Arqueológica de Mérida con el objetivo de potenciar el conjunto monumental emeritense, un organismo con funciones como impulsar las excavaciones como las de la casa de Mitreo y el Anfiteatro, el acceso al publico de los yacimientos o su conservación mejorando así todo el conjunto.
Cabe por último destacar uno de sus grandes éxitos y que constituyó una obsesión desde el principio: la consecución de un nuevo edifico que albergara todas las piezas de los yacimientos y además el lograr ubicarlo en el “Solar de las Torres” frente al teatro. En 1981, al fin, se aprueba el proyecto y se pone en manos de Rafael Moneo. El entendimiento entre este y Sáenz de Buruaga fue inmediato aunque sí es cierto que discreparon en muchos aspectos pero al final el arquitecto tuvo la idea de crear un edifico que recordara a la tradicional arquitectura romana inspirándose así en las Termas de Caracalla para su construcción. 











Museo Arqueológico de Mérida [Foto: Antonio Alba]

Se inauguró el 19 de septiembre de 1986 ya con Don José Álvarez jubilado pero con la tranquilidad de haber logrado su objetivo después de haber sorteado todas las dificultades que se presentaron en el camino.
Sobre los logros y la importancia de la figura de Don José Álvarez Sáenz de Buruaga se podría escribir un libro pero deseaba, aunque fuera brevemente, rescatar su figura por su gran relevancia en el ámbito de la arqueología de la Península. 

Bibliografía:





ALBA GONZÁLEZ FERNÁNDEZ

lunes, 25 de abril de 2016

El MAR, a la espera de una ampliación que no llega

Después de mucho tiempo de escuchar eso de que la crisis nos obliga a realizar recortes. Y uno de los sectores más afectado por dichos recortes es la cultura, en toda y cada una de sus sectores. En este caso me gustaría hablar de una de las ampliaciones más esperadas en lo que a museos regionales se refiere: el Museo Arqueológico Regional de la comunidad de Madrid. 


La historia del museo es corta, pues el 25 de mayo de este mismo año cumplirá 17 años desde su apertura. Pese a ello, dicho museo ha contado con una muy fructífera historia con una serie de exposiciones temporales de gran calidad, que han colocado a este antiguo convento del siglo XVI, en el panorama europeo. Pero cualquiera de los visitantes que haya podido asistir a las instalaciones, ya haya sido por ver la exposición permanente, como alguna de las temporales, se habrá percatado de una pequeña pega: la falta de espacio que posee este museo. Hecho que sin embargo no tendría que sucederse así, pues ya desde verano del 2010 se posee un solar adyacente por el que poder ampliar las instalaciones. La primera de las medidas a tratar era el abandono de dicho edificio por parte de la policía municipal para poder proceder posteriormente con la demolición. Estos dos pasos se realizaron según lo previsto, pero lo que se lleva esperando desde entonces es el comienzo de las obras para poder mejorar unas instalaciones que se están quedando reducidas para la afluencia de público que reciben diariamente. 

Aludiendo a los problemas de las inmobiliarias, el proyecto se paralizó al poco de comenzar, y desde entonces hasta ahora, nos encontramos con el mismo problema: el museo que ha de recoger las piezas arqueológicas de toda la comunidad autónoma se ha visto obligado a comenzar a ocupar las paredes que rodean el patio inferior con mosaicos y arcos, que no entran en el espacio de lo que en origen fue la pequeña iglesia del convento. La ampliación de la colección permanente de este lugar se ha quedado parada sin que parezca que vaya a producirse un cambio en poco tiempo. 

Estas obras no hay que verlas como la simple ampliación del espacio museográfico, sino como la mejora y adaptación a lo que hoy en día se considera un museo. Con la creación de más laboratorios de restauración, con espacios didácticos para las visitas de los niños, con una buena biblioteca para los investigadores y estudiantes. Un espacio que en definitiva, y a mi parecer, es una necesidad que ha de resolverse en poco tiempo, pues la calidad de un museo así no debería de perderse, sino más bien mantenerse y fomentarse aún más de lo que hasta el momento se está haciendo. Pues encontrándose a 40 minutos en tren de la capital española, debería de convertirse en una visita obligada para todos los turistas que se encontrasen de visita en Madrid 


viernes, 22 de abril de 2016

La dama de Elche en el año 2000

Ayer llegó a mis manos este articulo de La dama de Elche en el año 2000 que consiguió llamar mi atención. Es verdad que aunque ya se pueda saber, a grandes rasgos, la historia de esta obra tan clave de Madrid y del M.A.N. siempre se puede investigar mas, y es lo que hice. Junto a esta lectura ojee otro articulo que termino por calmar mi interés por un pieza tan llamativa y con la cual quiero escribir esta entrada. 


Francisco Vives Boix, en su análisis tecnológico y artístico de la obra conocida como La Dama de Elche, realiza un estudio de la misma dejando a un lado aspectos como la interpretación del personaje que representa, la supuesta falsificación, etc. De esta forma, se encarga de los aspectos más artísticos de la obra, así como de su situación en el momento de su hallazgo. 

Esta escultura del arte ibérico fue encontrada en la finca de La Alcudia, en Elche. En dichos terrenos se distinguen hasta ocho estratos de ocupación, motivo por el cual, a partir del s. XVIII la actividad arqueológica aumenta, para dispararse en el s. XIX. Ya el azar quiso que en 1803, la por entonces dueña de la finca descubriese un león, una estatua sedente de mujer y el bajo relieve de un jinete. 

D. Aureliano Ibarra Manzoni fue un historiador y apasionado de la historia de Elche, así como su hermanastro, D. Pedro Ibarra Ruiz, creó la Sociedad Arqueológica Ilicitana. Tras realizarse el descubrimiento de la Dama de Elche, en el s. XX comienza a excavarse La Alcudia de forma sistemática hasta dar el terreno por agotado. Fue en 1935, de la mano de D. Alejandro Ramos de la que nos llegan los primeros estudios arqueológicos. Así se conservan dos planos del terreno de la Alcudia: el primero es más bien somero; no obstante el segundo representa la estratigrafía de la finca, con ocho niveles distintos de ocupación, cada uno con sus características propias. En el cuarto estrato, que data del s. III a.C, encontramos que estaba empedrado con fragmentos escultóricos de estilo similar al de la Dama. Esto nos permite hacer una datación aproximada da la Dama. 

En el año de descubrimiento de la Dama (1897) el dueño de La Alcudia era el médico D. Manuel Campello, marido de la hija de D. Aureliano Ibarra. El doctor, a la muerte de su suegro, vendió toda su colección de antigüedades al Museo Arqueológico Nacional, cumpliendo la voluntad del difunto. Se encontraba, entonces, la finca de La Alcudia en un proceso de nivelación del terreno y su aterrazamiento, para poder llevar el regadío por toda la zona. Fue precisamente durante estas labores de nivelado cuando un macho, de forma casual, dio con el busco ilicitano. El descubrimiento de la obra no estuvo sujeto a ningún tipo de proceso arqueológico, por lo que se carece de cualquier tipo de recogida de datos, exceptuando los dibujos que se realizaban de cada una de las piezas. 

D. Pedro Ibarra Ruiz fue llamado para llevar a cabo el estudio de la obra y éste, además de dicha labor, se dedicó a enviar cartas a todos los científicos europeos relevantes, haciéndoles conocedores del hallazgo. A los pocos días, el busto acabó por convertirse en el símbolo de la ciudad.  

A los pocos días del hallazgo, se celebraba en Elche el Misteri, un festival del barroco. Con motivo de éste, el arqueólogo francés Pierre París viajó a Elche, donde D. Pedro Ibarra le enseñó una foto de la obra. El doctor Campello tenía intención de vender la obra al Museo Arqueológico Nacional, que aún no había completado el pago de la colección de D. Aureliano. El museo no pareció interesado en la compra del busto y, ante ello, el doctor Campello acabó por vender el busto al Museo del Louvre de París. La salida de la Dama de Elche de su lugar de origen provocó una fuerte animadversión de sus paisanos hacia D. Pedro Ibarra, a quien veían como culpable por haber traído a Mr. Pierre París. 

Tras estallar la II Guerra Mundial, se decidió trasladar la Dama de Elche al castillo de Montouban, donde estaría más seguro. Finalmente, el busto es devuelto a España donde, tras una estancia en el Museo del Prado, se instalará definitivamente en el Museo Arqueológico Nacional. 

La posición de la Dama en el momento de su hallazgo nos llega como testimonio directo del muchacho que la encontró. Al parecer estaba escondida a propósito, cubierta por losas y con arena, todo ello para su protección. El material del que está hecha la dama es piedra caliza. Aunque nunca se han llevado a cabo análisis químicos con la piedra de la obra (por el temor a dañarla), si se han hecho con los fragmentos escultóricos encontrados en el cuarto pavimento. La obra muestra una asimetría general que produce una sensación de movimiento y frescura al contemplarla. En la espalda presenta una oquedad que ha recibido múltiples interpretaciones, entre ellas la de urna funeraria. Así, se cree que la Dama de Elche era, en principio, una escultura en madera de cuerpo entero y sedente que, posiblemente, se usase en las procesiones debido a su poco peso. Sería posteriormente cuando se procediese a su copia sobre piedra, que se colorearía para darle a la obra mayor veracidad.
  • VIBES BOIX. F La dama de Elche en el año 2000. Valencia. 2000
  • Generalitat Valenciana. La dama de Elche mas allá del enigma. Valencia 1996.
Fernando López de Sabando Meijide.

sábado, 16 de abril de 2016

El Templo de Debod y su polémica.

Continuando con mi idea de escribir sobre aquello que me llama la atención de las piezas y los museos de Madrid, el otro día paseando por Plaza de España sentí el impulso de acercarme el maravilloso Templo de Debod. Este templo que para muchos pasa desapercibido y para muchos otros su historia es desconocida, es por eso que me parece buena idea hacer una entrada dedicada a él y a la polémica en la que se encuentra sumergida con el fin de profundizar mas en uno de los edificios mas llamativos de Madrid. 



La conservación del Templo de Debod. Este pequeño santuario que supone el mayor templo egipcio fuera de su país originario, ha sido testigo del paso de varios milenios y éstos han dejado una huella honda en él. Desde que el rey nubio Adijalamani (Azekeramón) levantara su pequeña capilla cerca de la Primera Catarata, lindando con Egipto, ésta siempre se ha visto obligada a adaptarse al porvenir de su existencia. Se encuentra más bien lejos de ser uno de esos grandes templos egipcios que escribieron la historia de un lugar o una época, como podría haberlo sido el Templo de Luxor u otras grandes construcciones, como las pirámides. Esta capilla, por el contrario, se vio obligada a inscribirse en el radio de acción de una de esas grandes construcciones y dejar que ésta escribiera gran parte de su historia. Se trata del Santuario de Isis en Philae, del que el Templo de Debod era un santuario auxiliar situado en su ruta de peregrinación. Es por ello que el Templo de Debod es uno de los pocos templos egipcios consagrado a más de una divinidad: si bien en principio era una capilla para el dios Amón, la continua afluencia de peregrinos que iban a Philae hizo de Debod un hogar también para la diosa Isis. Éste puedo haber sido el hecho que permitiera a la primigenia capilla convertirse en lo que hoy conocemos como “templo”, con su correspondiente recinto sagrado, pues fue gracias a él que se acometieron numerosas reformas en Debod (ampliaciones, relieves, etc.). Reformas que se prolongaron hasta Roma, período al que también supo el templo sobrevivir, con relieves de Augusto divinificado, etc. Tras esto, y desaparecido el culto a la diosa Isis en Philae, la historia de este templo empieza a declinar hasta caer en el más absoluto abandono, donde tuvo que pasar las inclemencias del tiempo que los años traían consigo. Pero, sin duda, lo que más ha perjudicado a éste templo (desde un punto de vista artístico, que no histórico) fueron los meses que pasó bajo el agua debido a las inundaciones de la presa de Assuan. Con la segunda ampliación de la presa, el Templo de Debod, junto a algunos otros, es desmontado y trasladado a otros países. El santuario que nos ocupa tiene como destino España y aquí es instalado en la capital, Madrid. En su instalación se han intentado recrear, en la medida de lo posible, las condiciones climáticas de su país de origen, lo que no impide el continuo proceso de deterioro en que se encuentra el templo. La conservación del mismo es responsabilidad directa del Estado Español en general, y del Ayuntamiento de Madrid, en particular y ante esta situación de desgaste ininterrumpido del monumento se han escuchado propuestas como las trasladar el templo para emplazarlo bajo alguna cúpula con tal de mantenerlo ajeno a las inclemencias del tiempo. A priori, ésta pueda resultarnos una buena idea, guiada por el sentido común, una noción que nos dice que una buena conservación del bien cultural hoy hará que otros lo puedan disfrutar mañana. No obstante, mi pensamiento difiere un poco de éste. Es cierta la vital importancia de la conservación de un bien cultural, pero no podemos olvidar por qué éste lo es. Más allá de un bien artístico, que sin duda lo es (aunque para algunos no tanto), el Templo de Debod supone un bien histórico, en el sentido más amplio de la palabra. A diferencia de las grandes obras citadas al comienzo (el Templo de Luxor, las Pirámides…), nunca escribió una historia realmente relevante en su región, sino que, más inteligentemente, dejó que fueran otros los que tomaran el relevo de la historia que en él quedaría siempre grabada. Luxor es uno de los mayores bienes artísticos e históricos de la Humanidad, pero su historia, la historia que le tocaba escribir, está ya acabada. Debod, por el contrario, es un reflejo no solo de la historia de Egipto y del paso de griegos y romanos por ella, sino también de la caída de Nubia y, tras el abandono de la región, es testigo principal de la construcción de una gran presa en el río Nilo, de las primeras y más exitosas intervenciones de la UNESCO, y todo para terminar siendo trasladado a Madrid a continuar con su inacabable historia. Bien es cierto que a nivel artístico parece adolecer con el desgaste de la piedra y los relieves, pero adolece poco a poco. Por el contrario, querer convertir el Templo de Debod en un museo bajo una cúpula, aislado de la vida y de todo contexto humano (sea el suyo original o no) es querer acabar de golpe con su papel de testigo histórico, que sin duda triplica su valor. De lo que se trata es de si destruir o no su valor como bien histórico para poder conservarlo como sombra del valor artístico que un día tuviera. 

La función del Templo de Debod. La completa museificación de un bien cultural supone, ante todo, la modificación de todo él para adecuarlo al nuevo uso que debe recibir. Éste se torna con mucha frecuencia como un uso académico, con intenciones de satisfacer a la mayor parte de gente pero que, por lo general, se queda en unos pocos privilegiado versados con anterioridad en el tema. Me parece un injusto final para el pequeño Templo de Debod, que tan bien ha sabido sobrellevar tantos acontecimientos adversos. En unas pocas décadas, se ha convertido en todo un símbolo de identidad de la capital, gracias a su privilegiado enclave que la hace ser protagonista de las más bellas puestas de sol de Madrid. Muchos son los que fotografían dichas vistas y aunque para algunos, eruditos, esto pueda suponer desvirtuar la obra, aligerándola de todo su contenido, no creo que haya nada más lejos de la verdad. La gente que se fotografía con el Templo de Debod o intenta captar un atardecer con el santuario en primer plano no está sino participando de una experiencia estética de la que la obra de arte es protagonista indiscutible, y una obra de arte formando parte de una experiencia estética (aunque dicha experiencia sea muy distinta de la que en principio se había pensado para ella) no me parece algo ilógico. Nadie iría al Templo de Debod a rendir culto a Amón o a Isis, y dejarse imbuir por la experiencia estética del mismo. Pero, no por ello, se debe convertir en un museo ajeno a cualquier experiencia estética para, por el contrario, tener que aguantar la objetividad propia de los entendidos pero que tan ajena resulta a la naturaleza de cualquier obra de arte. Aún podemos salir del templo al atardecer y pensar que hace más de 2000 años alguien se encontraba en otro lugar del mundo pero junto al mismo templo y contemplando el mismo sol, aunque aquél le estuviese rindiendo culto. Es la estimulante idea de que en torno a este templo aún pueden suceder cosas de interés, que le marquen, la que impulsa a querer conservarlo lo mejor posible con el mayor ahínco, pero siempre contextualizado adecuadamente, en una cultura que, aunque resulta diferente a la egipcia, es cultura al fin y al cabo y quién sabe lo que de nuestra historia aún le queda por presenciar. 

Oposiciones a la cesión de Debod a España. Entre todas ellas, destacar la de la Dra. Desroches Noblecourt, prestigiosa arqueóloga francesa cuya labor contribuyó a la salvación de los templos nubios causada por la presa de Assuan. No obstante, no aventuro a adivinar cuales debieron de ser los motivos que la impulsaron a llevar a cabo tan férrea oposición, junto a otros personajes señalados, a la cesión del Templo de Debod a España, siendo ésta una de las Naciones que más contribuyó en las distintas labores e, incluso, económicamente. Tal vez ella temiese por el futuro del santuario y no quería que fuese expuesto en una climatología tan distinta de la suya, prefiriendo aclimatarlo como ya se hiciese en 1967 con el Templo de Dendur en el Metropolitan Museum de Nueva York. O, tal vez, fuese una vez más el orgullo de la nación francesa que parece impedirlos aceptar un bien tan valioso fuera de su poder, en posesión de España. El mismo fenómeno que ya ocurriera en las Cuevas de Altamira parece repetirse aquí, con Debod. No es necesario ser un exaltado patriota para darse cuenta de la incesante labor francesa por dominar el monopolio del Arte a costa, en muchas ocasiones, de las obras españolas, cuando no de otros. Lejos de preocuparme por su conservación, creo que el templo de Debod recibe hoy una nueva oportunidad, dejando atrás el abandono al que se vio sometido, de volver a ser una obra de Arte, formando parte de experiencias estéticas que den sentido a su existencia de bien artístico y cultural.


  • ALMAGRO. M. El templo de Debod. 1971. Madrid.
  • PRIEGO. C, MARTIN FLORES. A. Templo de Debod. 1992. Madrid.
  • SERIE DE CURSOS Y CONFERENCIAS 1. Debod,, tres decadas de historia de Madrid. 2000. Madrid.
Fernando López de Sabando Meijide.

miércoles, 13 de abril de 2016

La ciudad palaciega de Medina Azahara

La dinastía de los omeyas de la península había alcanzado su punto culminante cuando en el año 929, Abd al-Rahmán III proclama el califato. Para dejar patente su nuevo rango, el califa construye Medina Azahara (936-1010), una ciudad palaciega situada a solo 13 kilómetros al noroeste de Córdoba, que se convierte en sede administrativa y gubernamental de su reino.
Fue a finales del siglo XIX cuando las ruinas de la ciudad son descubiertas y desde entonces han sido puestas al descubierto en diferentes campañas de excavación. En cuanto a su edificación cabe señalar que el área fortificada de Medina Azahara forma un rectángulo de 1518 metros de longitud y 745 metros de anchura. Es importante tener en cuenta que hasta la fecha solo han sido excavados aproximadamente un 10% de los restos [Lám. 1].

 [LÁM 1.] Zona excavada de la ciudad palaciega

La ciudad palaciega se divide en tres terrazas, en la más alta de las cuales estaba situado el palacio del califa. En la terraza media se situaban las edificaciones de la administración así como el salón de recepción y las viviendas de los funcionarios y en la terraza inferior se encontraban la gente del pueblo. Las excavaciones anteriores se realizaron solo en las terrazas superior y media, y por lo tanto solo afectaron directamente al distrito palaciego. Aquí, restos arqueológicos y característicos de la decoración del edificio, es decir, la conservación de fragmentos, ha permitido clasificar este palacio en la fase temprana de Medina Azahara. Las zonas que aún no se han excavado corresponden a las edificaciones de la terraza inferior o de la planicie, pero se ha podido detectar, gracias a la utilización de las fotografías de infrarrojos, la posición de otras edificaciones y estas podrían aportar nuevas informaciones sobre la vida de los habitantes de la ciudad.

Su importancia como ciudad palaciega y sede del califato fue muy elevada pero se redujo cuando Almanzor, primer ministro y regente del califa Hixem II, todavía menor de edad, fundó en las cercanías de Córdoba la residencia de Madina al-Zahira (978-980). El final de Medina Azahara llegó en 1010 cuando grupos rebeldes bereberes destruyeron el que había sido el monumento más característico del Califato de Córdoba, si bien cabe destacar que las ruinas de la ciudad estuvieron pobladas hasta  principios del siglo XII. 

Bibliografía:

Vallejo, A. (2010) La ciudad Califal de Medina Azahara. Arqueología de su excavación. Córdoba: Almuzara

VV. AA. (2012) Islam: arte y arquitectura. Barcelona: Ullman


                                                                        ALBA GONZÁLEZ FERNÁNDEZ

martes, 12 de abril de 2016

Segóbriga, un futuro incierto

Que el estado español no posee recursos suficientes para poder mantener en un correcto estado su patrimonio, es una constante que nos ha acompañado hasta el momento. Ya asistimos al cierre parcial de villas como la de Carranque, pero desde febrero de este mismo año estamos asistiendo al proceso que la Junta de Comunidades está llevando a cabo para cerrar el parque arqueológico de la ciudad de Segóbriga. 

Segóbriga es uno de los pocos emplazamientos en los que se pueden observar las ruinas de una ciudad completa sin que esta se encuentre dentro de ninguna ciudad actual. Por su propia historia sabemos que no fue una simple ciudad más, pues aparece registrada en los textos de Estrabón y acuñaba monedas en el siglo I a.C. Las minas de yeso translúcido que se encontraban a cercanas a la ciudad le aportaron la suficiente relevancia como para que en época del  primer emperador de Roma comenzara un proceso de embellecimiento de los edificios públicos. El teatro, el foro, la basílica y las termas fueron los monumentos que llevaron a esta construcción a alcanzar el estatus de municipium, dejando así de pagar tributo a Roma. El último de los edificios públicos de la ciudad, el circo, se construyó en el siglo siguiente. 



Este gran poso romanizante dotó al municipio de Segóbriga de un alto estatus que acabó perdiendo, pues se conoce que durante los siglos IV y V los edificios que se había construido durante la época Altoimperial, se usaron como proveedores para la construcción de la basílica que encontramos en la zona norte del yacimiento. La ciudad mantuvo cierta importancia, pues en algunos de los concilios de Toledo realizados en los siglos VI y VII así lo constatan. Situaciñon que terminará por completo en época islámica, y para finales del s XIII se puede decir con seguridad que este centro histórico había perdido completo la relevancia que había poseído en su antigüedad más tardía 

El re-descubrimiento de esta ciudad se diço gracias a Martín Al,magro Basch, quien en 1962 comienza a trabajar en la ciudad, iniciando con ella un trabajo arqueológico que se extendió en el tiempo. Y aún a día de hoy se mantiene gracias a la labor de la UCM. 


Pero todos estos trabajos no es que vayan a servir de mucho, pues este yacimiento se va a cerrar. No hay que pasar por alto la cantidad de alumnos que han visitado estas ruinas para poder conectar con el mundo clásico, todas aquellas personas que se han vuelto a sentar en las ruinas del teatro, esperando a que la compañía representase Las bacantes o Edipo rey, en los últimos años el yacimiento había sido escenario hasta de recreaciones históricas por diversas asociaciones. Nunca se le va a poder devolver la vida a una ciudad así, pues el transcurso de la historia; pero las labores que se habían realizado para recuperar la propia historia de la misma, van a ser tirados por la calle al no permitir a los visitantes la visita del mismo. 


Muchas asociaciones ya se han opuesto al cierre del yacimiento, y se están llevando a cabo diversas iniciativas que traten de frenar esta situación que parece llevar a su fin a un emplazamiento tal como este. Las últimas noticias, apenas de la semana pasada, no dejan nada en claro, más que esta parece ser una medida tomada en medio de unas extrañas circunstancias que no dejan mucho en claro, y que parecen responder más bien a lo que parece una decisión del propio Partido Popular que otra cosa. 

Sea como fuere, la incierta situación del yacimiento es una incógnita que a más de uno nos preocupa y nos entristece. En mi caso, sólo espero que el cierre nunca se lleve a cabo, pues algunos de mis mejores recuerdos de mis años de estudios en el instituto están en ese yacimiento. El cierre de él, supondría privar a una serie ingente de jóvenes de la posibilidad de tener una experiencia como de la que yo gocé. 


Nuria Álvarez Garrote





Documentación


sábado, 2 de abril de 2016


Itálica

Tras comentar en mi último post sobre los profesionales que se encargaron de investigar acerca de la zona arqueológica de Itálica, cabe ahora hacer mención de la cronología y el contexto geográfico e histórico.

Exposición del contexto geográfico
Itálica se encuentra situada íntegramente en el término municipal de Santiponce, en la provincia de Sevilla. Con una extensión de 116 ha, se extiende bajo el actual núcleo urbano de este municipio que corresponde con el área que Itálica siempre ocupó durante la vida de la ciudad, y por el Barrio Adrianeo, una extensión que a finales del siglo I d. C. fue construida coincidiendo con su época de máximo esplendor, cuando Itálica adquiere el estatuto de colonia. Ambas zonas se reparten a partes iguales la superficie del yacimiento siendo esta última la zona visitable al tener el mayor número de restos exhumados. [Lám.1]

Lám. 1: plano de Itálica
 
Breve síntesis cultural e histórica del periodo cronológico en el que se enmarca la ciudad
En cuanto a los orígenes de Itálica, cabe situarse en el contexto de lucha que se desarrolló a finales del siglo III a. C. entre romanos y cartagineses por el control del Mediterráneo Occidental. El traslado del campo de operaciones bélicas a la Península hizo que el general Publio Cornelio Escipión fuera enviado al frente por orden del Senado de Roma. Fue este quien, tras derrotar en el año 206 a. C. a los cartagineses en la batalla de Ilipa, estableció un destacamento de legionarios en una de las colinas del escenario del enfrentamiento, solar de la actual Santiponce, convirtiéndose el lugar en el primer asentamiento romano de carácter permanente en la Península Ibérica. Este fue bautizado con el nombre de Itálica, denominación que proviene del lugar de origen de Escipión, Italia. La fuente que nos ha trasmitido el dato es Apiano, historiador nacido hacia el 95 d. C., con cuyo trabajo cabe ser cautos ya que en la mención concreta de los hechos referentes a Itálica es importante tener en cuenta que se halla inmerso en una época en la que se estaba llevando a cabo una mitificación de la que fue patria de algunos de los emperadores cuyo reinado le tocó vivir.
Y Escipión, después de dejarles un ejército pequeño adecuado a un asentamiento pacífico, estableció a los soldados heridos en una ciudad que llamó Itálica, tomando el nombre de Italia. Es la patria de Trajano y Adriano, quienes más tarde fueron emperadores de los romanos.   (Apiano)
El lugar seleccionado contaba con unas magníficas condiciones estratégicas ya que era el punto más cercano desde el que se podía controlar la producción minera serrana y era además una rica región agrícola. En cuanto a la cuestión de la posible existencia o no de poblamiento previo que tantos debates generó en el pasado, actualmente se cuenta con pruebas documentales que confirman la existencia de un núcleo de población turdetano desde finales del siglo V o inicios del IV a.C.
Ya en la segunda mitad del siglo I a. C. la ciudad no solo adquiere el estatuto municipal sino que es objeto de grandes mejoras urbanísticas, como la construcción del teatro. Si en la época de Augusto se realizaron importantes progresos, con los emperadores Trajano (que nació en ella en el año 53) y Adriano (de familia próxima a Itálica), la ciudad alcanza su máximo esplendor. Destacan actuaciones como la ampliación de la ciudad y sobretodo el hecho de que consigue alcanzar el estatuto de colonia, con el cual queda equiparada administrativamente a la metrópoli.
El declive del lugar comienza con la decadencia de la dinastía de los Antoninos, una crisis que en época de los Severos termina por acentuarse. La pérdida de importancia del lugar hace que en el siglo III se dé un abandono de parte del sector como consecuencia de la desatención que sufren algunos edificios, y por consiguiente una reducción del solar urbano. Cabe destacar que el ocaso de Itálica no fue total y en época tardorromana conservó parte de ese esplendor ciudadano como demuestran las casas y necrópolis.
En la etapa visigoda se desarrollarán importantes acontecimientos en torno a la ciudad como el enfrentamiento entre el rey Leovigildo y su hijo Hermenegildo. En época islámica la población pasará a llamarse Taliqa pero una vez finalizada esta etapa y abandonado su solar se llamará Campos de Talca. En definitiva, la vida de la antiguamente floreciente Itálica no llegó más allá del siglo XII, fecha  a partir de la cual y hasta nuestros días transcurrieron ocho siglos de degradación y expolio.
Bibliografía
Tejedor, A. (2013). Itálica. Tiempo y paisaje. Sevilla: Universidad Internacional de Andalucía.
Caballos, A. (1994). Itálica y los italicenses. Sevilla: Junta de Andalucía, Consejería de Cultura.
De Rodríguez Hidalgo, J. M. (1997): “La nueva imagen de la Itálica de Adriano”. Recuperado de http://www.juntadeandalucia.es/cultura/rutasteatro/galeria_a/galeria_067.jpg
 
Alba González Fernández