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sábado, 16 de abril de 2016

El Templo de Debod y su polémica.

Continuando con mi idea de escribir sobre aquello que me llama la atención de las piezas y los museos de Madrid, el otro día paseando por Plaza de España sentí el impulso de acercarme el maravilloso Templo de Debod. Este templo que para muchos pasa desapercibido y para muchos otros su historia es desconocida, es por eso que me parece buena idea hacer una entrada dedicada a él y a la polémica en la que se encuentra sumergida con el fin de profundizar mas en uno de los edificios mas llamativos de Madrid. 



La conservación del Templo de Debod. Este pequeño santuario que supone el mayor templo egipcio fuera de su país originario, ha sido testigo del paso de varios milenios y éstos han dejado una huella honda en él. Desde que el rey nubio Adijalamani (Azekeramón) levantara su pequeña capilla cerca de la Primera Catarata, lindando con Egipto, ésta siempre se ha visto obligada a adaptarse al porvenir de su existencia. Se encuentra más bien lejos de ser uno de esos grandes templos egipcios que escribieron la historia de un lugar o una época, como podría haberlo sido el Templo de Luxor u otras grandes construcciones, como las pirámides. Esta capilla, por el contrario, se vio obligada a inscribirse en el radio de acción de una de esas grandes construcciones y dejar que ésta escribiera gran parte de su historia. Se trata del Santuario de Isis en Philae, del que el Templo de Debod era un santuario auxiliar situado en su ruta de peregrinación. Es por ello que el Templo de Debod es uno de los pocos templos egipcios consagrado a más de una divinidad: si bien en principio era una capilla para el dios Amón, la continua afluencia de peregrinos que iban a Philae hizo de Debod un hogar también para la diosa Isis. Éste puedo haber sido el hecho que permitiera a la primigenia capilla convertirse en lo que hoy conocemos como “templo”, con su correspondiente recinto sagrado, pues fue gracias a él que se acometieron numerosas reformas en Debod (ampliaciones, relieves, etc.). Reformas que se prolongaron hasta Roma, período al que también supo el templo sobrevivir, con relieves de Augusto divinificado, etc. Tras esto, y desaparecido el culto a la diosa Isis en Philae, la historia de este templo empieza a declinar hasta caer en el más absoluto abandono, donde tuvo que pasar las inclemencias del tiempo que los años traían consigo. Pero, sin duda, lo que más ha perjudicado a éste templo (desde un punto de vista artístico, que no histórico) fueron los meses que pasó bajo el agua debido a las inundaciones de la presa de Assuan. Con la segunda ampliación de la presa, el Templo de Debod, junto a algunos otros, es desmontado y trasladado a otros países. El santuario que nos ocupa tiene como destino España y aquí es instalado en la capital, Madrid. En su instalación se han intentado recrear, en la medida de lo posible, las condiciones climáticas de su país de origen, lo que no impide el continuo proceso de deterioro en que se encuentra el templo. La conservación del mismo es responsabilidad directa del Estado Español en general, y del Ayuntamiento de Madrid, en particular y ante esta situación de desgaste ininterrumpido del monumento se han escuchado propuestas como las trasladar el templo para emplazarlo bajo alguna cúpula con tal de mantenerlo ajeno a las inclemencias del tiempo. A priori, ésta pueda resultarnos una buena idea, guiada por el sentido común, una noción que nos dice que una buena conservación del bien cultural hoy hará que otros lo puedan disfrutar mañana. No obstante, mi pensamiento difiere un poco de éste. Es cierta la vital importancia de la conservación de un bien cultural, pero no podemos olvidar por qué éste lo es. Más allá de un bien artístico, que sin duda lo es (aunque para algunos no tanto), el Templo de Debod supone un bien histórico, en el sentido más amplio de la palabra. A diferencia de las grandes obras citadas al comienzo (el Templo de Luxor, las Pirámides…), nunca escribió una historia realmente relevante en su región, sino que, más inteligentemente, dejó que fueran otros los que tomaran el relevo de la historia que en él quedaría siempre grabada. Luxor es uno de los mayores bienes artísticos e históricos de la Humanidad, pero su historia, la historia que le tocaba escribir, está ya acabada. Debod, por el contrario, es un reflejo no solo de la historia de Egipto y del paso de griegos y romanos por ella, sino también de la caída de Nubia y, tras el abandono de la región, es testigo principal de la construcción de una gran presa en el río Nilo, de las primeras y más exitosas intervenciones de la UNESCO, y todo para terminar siendo trasladado a Madrid a continuar con su inacabable historia. Bien es cierto que a nivel artístico parece adolecer con el desgaste de la piedra y los relieves, pero adolece poco a poco. Por el contrario, querer convertir el Templo de Debod en un museo bajo una cúpula, aislado de la vida y de todo contexto humano (sea el suyo original o no) es querer acabar de golpe con su papel de testigo histórico, que sin duda triplica su valor. De lo que se trata es de si destruir o no su valor como bien histórico para poder conservarlo como sombra del valor artístico que un día tuviera. 

La función del Templo de Debod. La completa museificación de un bien cultural supone, ante todo, la modificación de todo él para adecuarlo al nuevo uso que debe recibir. Éste se torna con mucha frecuencia como un uso académico, con intenciones de satisfacer a la mayor parte de gente pero que, por lo general, se queda en unos pocos privilegiado versados con anterioridad en el tema. Me parece un injusto final para el pequeño Templo de Debod, que tan bien ha sabido sobrellevar tantos acontecimientos adversos. En unas pocas décadas, se ha convertido en todo un símbolo de identidad de la capital, gracias a su privilegiado enclave que la hace ser protagonista de las más bellas puestas de sol de Madrid. Muchos son los que fotografían dichas vistas y aunque para algunos, eruditos, esto pueda suponer desvirtuar la obra, aligerándola de todo su contenido, no creo que haya nada más lejos de la verdad. La gente que se fotografía con el Templo de Debod o intenta captar un atardecer con el santuario en primer plano no está sino participando de una experiencia estética de la que la obra de arte es protagonista indiscutible, y una obra de arte formando parte de una experiencia estética (aunque dicha experiencia sea muy distinta de la que en principio se había pensado para ella) no me parece algo ilógico. Nadie iría al Templo de Debod a rendir culto a Amón o a Isis, y dejarse imbuir por la experiencia estética del mismo. Pero, no por ello, se debe convertir en un museo ajeno a cualquier experiencia estética para, por el contrario, tener que aguantar la objetividad propia de los entendidos pero que tan ajena resulta a la naturaleza de cualquier obra de arte. Aún podemos salir del templo al atardecer y pensar que hace más de 2000 años alguien se encontraba en otro lugar del mundo pero junto al mismo templo y contemplando el mismo sol, aunque aquél le estuviese rindiendo culto. Es la estimulante idea de que en torno a este templo aún pueden suceder cosas de interés, que le marquen, la que impulsa a querer conservarlo lo mejor posible con el mayor ahínco, pero siempre contextualizado adecuadamente, en una cultura que, aunque resulta diferente a la egipcia, es cultura al fin y al cabo y quién sabe lo que de nuestra historia aún le queda por presenciar. 

Oposiciones a la cesión de Debod a España. Entre todas ellas, destacar la de la Dra. Desroches Noblecourt, prestigiosa arqueóloga francesa cuya labor contribuyó a la salvación de los templos nubios causada por la presa de Assuan. No obstante, no aventuro a adivinar cuales debieron de ser los motivos que la impulsaron a llevar a cabo tan férrea oposición, junto a otros personajes señalados, a la cesión del Templo de Debod a España, siendo ésta una de las Naciones que más contribuyó en las distintas labores e, incluso, económicamente. Tal vez ella temiese por el futuro del santuario y no quería que fuese expuesto en una climatología tan distinta de la suya, prefiriendo aclimatarlo como ya se hiciese en 1967 con el Templo de Dendur en el Metropolitan Museum de Nueva York. O, tal vez, fuese una vez más el orgullo de la nación francesa que parece impedirlos aceptar un bien tan valioso fuera de su poder, en posesión de España. El mismo fenómeno que ya ocurriera en las Cuevas de Altamira parece repetirse aquí, con Debod. No es necesario ser un exaltado patriota para darse cuenta de la incesante labor francesa por dominar el monopolio del Arte a costa, en muchas ocasiones, de las obras españolas, cuando no de otros. Lejos de preocuparme por su conservación, creo que el templo de Debod recibe hoy una nueva oportunidad, dejando atrás el abandono al que se vio sometido, de volver a ser una obra de Arte, formando parte de experiencias estéticas que den sentido a su existencia de bien artístico y cultural.


  • ALMAGRO. M. El templo de Debod. 1971. Madrid.
  • PRIEGO. C, MARTIN FLORES. A. Templo de Debod. 1992. Madrid.
  • SERIE DE CURSOS Y CONFERENCIAS 1. Debod,, tres decadas de historia de Madrid. 2000. Madrid.
Fernando López de Sabando Meijide.

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