"El Patronato de Altamira estudiará ampliar los visitantes a la cueva". Así es el titulo del articulo que publicó "El Pais" en que se trata sobre la posibilidad de aumentar en numero de personas que puedan contemplar la magnifica obra parietal prehistórica en el interior de las cuevas de Altamira. Creo que como primera publicación es interesante hablar de una noticia que seguramente pueda suponer multitud de opiniones y posturas enfrentadas que darán vida a este Blog. Esta iniciativa me suscita un enfrentamiento personal, ¿Hasta que punto podemos podemos supeditar la contemplacion de una obra a la conservacion de la misma?. Sin duda esta pregunta supone un choque en la concepcion tipica de que el arte esta pensado para admirarlo y contemplarlo de cerca. En el propio artículo podemos encontrar las dos opiniones enfrentadas, por una parte tenemos al Ministerio de Cultura que propone la apertura mayor opinando que "Creemos que la cueva puede estar abierta a unos pocos visitantes más, aunque jamás lo estará al turismo masivo. Simbólicamente me parece importante que puedan entrar de forma controlada, porque simbolizan el derecho que los ciudadanos tenemos de acceder a bienes de interés cultural", paralelamente, y en contra, tenemos la opinión de especialistas del CSIC y de la Universidad Complutense que dicen "el plan que incluye la apertura de la cueva a los visitantes pone en peligro un legado frágil de suma importancia para la comprensión de la sociedad paleolítica". Ante tal dilema al continuar leyendo el articulo se menciona una idea que no sería descabellada tenerla en cuenta, tal y como nos trasmite Teresa Chapa Brunet, prehistoria reconocida "Es todo lo contrario de lo que hay que hacer: hay que invertir en réplicas" esto me suscita otra cuestión ¿Hasta qué punto podemos dejar de disfrutar una pieza que es una réplica o una copia? ¿Podemos distinguirlas si así lo fueran?
Sin duda me permito decir que como futuro Historiador del arte considero que es necesario la contemplación insitu de las obras, al igual que el resto de la población que se interesa por la cultura universal, pero si me pongo a repasar la última visita al Museo Arqueológico Nacional puedo recordar cómo una serie de piezas, falsificaciones o copias, están expuestas junto a las otras sin que el público lo note u entre en cólera. Es cierto que hemos de preservar los vestigios de nuestra cultura pasada y si habiendo de alguna manera la posibilidad de que por la presencia humana se deteriore es mejor dejarlo estar, hoy en día tenemos la tecnología más que suficiente como para poder recrear a la perfección cualquier obra o emplazamiento. Por eso, mi opinión con respecto a esta iniciativa podría resumirse en que la prehistoriadora Teresa Chapa tiene razón, sería más recomendable invertir en copias fehacientes de las pinturas allí representadas para que no sólo se puedan beneficiar unos poco se la contemplación, sino que sean muchos las que puedan disfrutarlas y preservar esa cueva por mucho más tiempo, a fin de poder seguir aprendiendo de ella.
Con respecto a la cueva podemos decir que realizando un recorrido lineal, nos encontramos con la galería II y sala II del plano donde hay trabajos sobre el barro del techo conocidos como macarroni y también un posible toro. La sala III, un divertículo, se la conoce como «Sala de los tectiformes» por encontrarse gran cantidad de ellos rojos en salientes del techo. Se llega a la galería IV, con grabados de ciervos y ciervas superpuestos y destacando una cierva con las patas inconclusas, dejando paso a la larga galería V con el dibujo de un bisonte negro sin patas, el grabado de un toro y un posible caballo pintado en negro. A la izquierda se localiza un recoveco identificado como sala VI con un importante bisonte negro. El ensanchamiento que hay entre las salas VII y VIII comprende las que Breuil y Obermaier llamaron zona C, pared de la izquierda según avanzamos hacia el fondo, con dibujos elementales en negro y signos y líneas, y zona D, a la derecha, con dibujos elementales en negro y más signos y líneas.
Llegamos a una sala más amplia, sala IX, conocida como «Sala de La Hoya». Es la última sala antes de llegar a la Cola de caballo. En la izquierda, antes de entrar en el corredor final, conocida como zona E, se encuentran cuatro representaciones animales, de izquierda a derecha: un cáprido (posiblemente íbice), una cierva y dos íbices más, ejecutadas en negro y que se han asignado al Magdaleniense inferior. Además, se halla una pintura negra de un cuadrúpedo indeterminado. La galería X es conocida como «Cola de caballo». Es un estrecho pasillo de unos dos metros de ancho donde se encuentran hasta diecinueve pinturas y grabados: bisonte, cabeza de cierva, caballos y bóvidos. Algunos son solo esbozos y otros están completos, con tamaños que rondan los 30 cm y llegando a alcanzar los 50.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/03/26/actualidad/1427364208_289685.html
Fernando López de Sabando Meijide
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